En las vísperas de la Navidad, donde el mercado goza de exacerbación, miles de muchachos por todo el país han salido a tomar calles y plazas contra una arista importante del modelo económico, la desregulación laboral. Por segunda vez el gobierno sufre el embate de una movilización juvenil. La primera fue una campaña moralizante en contra de la repartija pactada por toda la clase política tradicional. Ahora la movilización es contra la flexibilización laboral (entiéndase como supresión de derechos laborales). Una herramienta importante del liberalismo económico, que resume el tuétano de un modelo donde el Estado no debe garantizar nada, salvo la libertad del empresariado para fijar sus condiciones en un contrato de trabajo.

Para muchos resulta preocupante que muchos de los protestantes, sean jóvenes nacidos después del golpe de Estado que parió este modelo económico. Son miles que deberían aceptar este modelo como su ambiente natural, pero salen a defender ideas identificadas con postulados de izquierda.

Algunos políticos han reculado. Kuczynski justificó su cambio de posición con un galimatías por televisión, aunque en realidad es un entusiasta de la desregulación. El fujimorismo, arquitecto del régimen económico donde encaja la Ley Pulpín, dejó sola a Martha Chávez en la defensa del nuevo régimen, obligándola a renunciar a su puesto en la Comisión de Trabajo del Congreso.

Desde un sector de la prensa han defendido la ley, reconociendo que se trata de una ley que discrimina, pero positivamente. ¿Desde cuándo la mutilación de derechos es discriminación positiva?

Que miles de jóvenes defiendan una bandera de la izquierda, no significa necesariamente el resurgimiento de esta corriente política como movimiento de masas, pero da una nueva luz de la bandera que debe levantar la izquierda. Después del fracaso de un pequeño sector de la izquierda con la gestión Villarán en Lima, muchos daban por sepultada esta opción durante décadas. Pero estas movilizaciones, en el advenimiento de la época más consumista del año, demuestra que todavía existe la posibilidad de que un mensaje contra el modelo económico es viable.